
Expatriarse suele percibirse como una aventura apasionante, una oportunidad de crecimiento personal y profesional. Se deja atrás el paÃs, las referencias, y a veces incluso el idioma, para sumergirse en una nueva cultura y en un entorno desconocido. Este salto al vacÃo está, con frecuencia, motivado por el deseo de descubrir, triunfar o reinventarse. Pero detrás de esta energÃa positiva se esconde una realidad más sutil: la de un desequilibrio identitario y emocional. La expatriación no es solo un desplazamiento geográfico; es también un viaje interior, a veces silencioso, que merece ser comprendido y acompañado.
El choque cultural: una transición psicológicaÂ
El psicólogo Kalervo Oberg introdujo el concepto de choque cultural en los años 1960, describiendo las diferentes fases que atraviesa un individuo cuando se instala en un nuevo paÃs:Â
- La fase de luna de miel: todo parece fascinante, nuevo, estimulante. El entusiasmo domina.
- La fase de crisis: las diferencias culturales se vuelven pesadas, los malentendidos se acumulan, puede aparecer la sensación de aislamiento. Â
- La fase de ajuste: se comienza a comprender los códigos locales, a adaptarse, a encontrar los puntos de referencia. - La fase de integración: uno se siente cómodo, desarrolla un sentimiento de pertenencia.Â
Este modelo no es universal ni lineal. Algunos expatriados pueden permanecer mucho tiempo en la fase de crisis, otros pasar rápidamente al ajuste. Lo que importa es reconocer que estas etapas existen y que son normales. No son señal de un fracaso, sino de un proceso de adaptación.Â
El impacto en la salud mentalÂ
El cambio de cultura, de idioma, de ritmo de vida, puede generar una forma de estrés crónico. Este estrés no siempre es visible: puede manifestarse mediante una fatiga persistente, irritabilidad, trastornos del sueño, o una pérdida de motivación. En el ámbito profesional, esto puede traducirse en una disminución del rendimiento, dificultad para colaborar, o una sensación de desajuste con los colegas.Â
Este estrés a menudo se minimiza, porque se supone que el expatriado «tiene suerte», «vive una experiencia enriquecedora». Esta exigencia de felicidad puede impedir la expresión de las emociones negativas, y conducir a una forma de sufrimiento silencioso.Â
Prevenir antes que curarÂ
La prevención en salud mental consiste en crear espacios de diálogo, de reflexión y de auto-observación. No se trata de patologizar la experiencia de la expatriación, sino de reconocer que conlleva desafÃos psicológicos.Â
Aquà van algunas pistas concretas:Â
1. Llevar un diario de adaptaciónÂ
Escribir regularmente sobre la propia experiencia permite tomar distancia, poner palabras a los sentimientos, y detectar las evoluciones. En él se puede anotar:Â
- Lo que ha sido difÃcil esta semana. Â
- Lo que ha sido fuente de placer o de orgullo. Â
- Una emoción dominante. Â
- Una pregunta que uno se hace sobre su equilibrio. Â
Este diario se convierte en una herramienta de regulación emocional y de prevención.Â
2. Crear rituales de bienestarÂ
La expatriación puede trastornar las rutinas. Recrear rituales (deporte, meditación, cocina, lectura) permite recuperar una forma de estabilidad interior. Estos rituales son puntos de referencia, anclajes en un dÃa a dÃa a veces caótico.Â
3. Identificar los propios recursosÂ
¿Cuáles son las personas, las actividades, los lugares que te hacen bien?Â
Al identificarlos, se pueden movilizar en caso de bajón. Puede ser un amigo que se quedó en el paÃs de origen, un café donde uno se siente bien, una actividad que nos reconecta con nosotros mismos.Â
Hacerse las preguntas correctasÂ
La prevención pasa también por la introspección. Â
Aquà van algunas preguntas para hacerse regularmente:Â
- ¿Me siento libre de ser yo mismo en mi entorno profesional?Â
- ¿Siento presión por «tener éxito» en mi expatriación? Â
- ¿Me tomo el tiempo de reconectarme con mis valores? Â
- ¿Puedo expresar mis emociones sin temor a ser juzgado? Â
Estas preguntas no buscan alarmar, sino aclarar. Permiten detectar las señales débiles antes de que se conviertan en gritos.Â
El papel de la empresaÂ
Los empleadores tienen un papel clave que desempeñar en la prevención del sufrimiento psÃquico de los expatriados. Ofrecer espacios de diálogo, formaciones interculturales, acompañamientos psicológicos, puede marcar toda la diferencia. No se trata de medicalizar la expatriación, sino de reconocer que conlleva desafÃos humanos.Â
Un gerente atento, una polÃtica de recursos humanos inclusiva, una cultura empresarial de apoyo, son factores claves para el bienestar de los colaboradores expatriados.Â
Conclusión: un viaje a dos nivelesÂ
La expatriación es una experiencia rica, pero compleja. No se resume a un cambio de escenario, sino a una transformación interior. Prevenir el sufrimiento es reconocer esta complejidad, y ofrecer herramientas para acompañarla. Es también aceptar que se puede ser feliz… aun cuando se necesita un espacio para depositar las emociones.Â
¿Y si cuidarse a uno mismo se convirtiera en un hábito tan natural como revisar el pasaporte?



















